El ictus es una enfermedad aguda que nadie se espera, pero que afectará a una de cada seis personas a lo largo de su vida. Esta enfermedad es la primera causa de discapacidad, y la primera causa de mortalidad en mujeres y la tercera en hombres. Solo en Cataluña, cada año se registran unos 13.000 ictus, de los cuales un 10% son en personas menores de 55 años.

Estas cifras demuestran que todavía nos queda mucho por recorrer. Desde nuestros orígenes, hemos trabajado incansablemente con un compromiso claro por la sensibilización, la investigación y el apoyo a las personas supervivientes de esta enfermedad aguda y sus familias.

El ictus es una enfermedad que, en gran parte, se puede prevenir gracias a un estilo de vida saludable. Sabemos que nueve de cada diez ictus se deben a factores de riesgo modificables, como la hipertensión arterial, la diabetes y el tabaquismo. Además, hay

otros factores que la evidencia científica ha demostrado que contribuyen a su aparición, como la contaminación, aunque aún no aparezca en las guías médicas internacionales. Nuestro trabajo es darlo a conocer.

Pero también forma parte de nuestra misión dar apoyo a las personas que han tenido un ictus y sufren las secuelas físicas y psíquicas. La discapacidad impacta en su día a día y en el de sus familias. En una población cada vez más envejecida, Cataluña y Europa se preparan para afrontar el incremento de casos de ictus en los próximos 15 años.

A menudo, el ictus es un punto de inflexión en la vida de las personas, pero no un punto y final. Desde la Fundació Ictus nos esforzamos para transmitir que hay vida después de un ictus. Que, después de un golpe tan duro, en el que el mundo se para repentinamente, todo vuelve a empezar. Y este camino es el que nos gustaría hacer juntos.