Gusto y olfato
Cambios en la percepción de los sabores y los olores
Después de un ictus, los profesionales de la salud hacen una serie de pruebas al paciente para obtener información sobre el tipo de ictus, la zona del cerebro afectada, la severidad de las lesiones y qué tratamiento se debe prescribir. A continuación, detallamos algunas de estas pruebas.
Los escáneres del cerebro (TAC y resonancia magnética) deben hacerse lo más rápido posible y, preferiblemente, en las 24 horas posteriores al ictus. Estas pruebas son clave para determinar el tipo de ictus, las áreas cerebrales dañadas y si hay inflamación. El escáner se puede tener que repetir de nuevo para valorar de nuevo el daño o detectar un empeoramiento.
Existen varias pruebas para comprobar el estado del corazón. Algunas de las más relevantes son:
Prueba que permite detectar si el ritmo cardíaco es el adecuado y si la persona padece alguna enfermedad cardiovascular. Esta prueba está recomendada para todo el mundo después de un ictus.
Prueba mediante ultrasonidos para comprobar si hay un coágulo o una ampliación de un cuarto en el corazón.
Prueba invasiva en la que se coloca un catéter en la arteria y se pone un contraste para observar si hay cualquier obstáculo en el flujo sanguíneo del cerebro.
Prueba mediante ultrasonidos que permite ver si las arterias del cuello tienen un flujo sanguíneo normal, reducido o parcialmente bloqueado.
Prueba mediante ultrasonidos para medir la velocidad del flujo sanguíneo en las arterias, sobre todo para determinar si el flujo de sangre en el cerebro es lento.