Comparte
Printer Friendly, PDF & Email

Espasticidad

La espasticidad es una complicación frecuente después de sufrir un ictus. Esta secuela se suele manifestar con un aumento del tono muscular o de la resistencia al estiramiento pasivo de la musculatura de la parte del cuerpo afectada, que varía en función de la velocidad en que se realiza el estiramiento.

La espasticidad es una manifestación clínica dinámica que, además de ser diferente en cada persona, también puede cambiar a lo largo del día, o modificarse en diferentes condiciones de salud, ambientales o emocionales.

Afecta a niños y adultos que han sufrido daño en las zonas del sistema nervioso central (cerebro o médula espinal) que controlan la musculatura voluntaria. En el caso del ictus, puede aparecer entre un 17% y un 43% de los pacientes.

Para aprofundir más, lee esta entrevista a Esther Duarte, vicepresidenta de la Fundació Ictus

Consecuencias

Al ser una manifestación variable, las consecuencias de la espasticidad dependerán de cada caso. En general, la espasticidad no tratada puede producir limitaciones funcionales que interfieren en las actividades de la vida diaria, dolor, deformidades articulares y disminución de la calidad de vida del paciente.

Por ejemplo, cuando la espasticidad afecta el brazo puede provocar una posición anómala en la que el brazo presione contra el cuerpo, con el codo flexionado y la mano cerrada. Esta posición puede derivar en dolor al intentar estirar el brazo para realizar las actividades de higiene y vestido.

También debemos tener en cuenta que la espasticidad no siempre es negativa. Por ejemplo, cuando aparece en la extremidad inferior, puede resultar útil para contrarrestar la debilidad de la musculatura y permitir estar de pie y favorecer la marcha.

Tratamiento

No podemos evitar la aparición de la espasticidad, pero si la detectamos y tratamos adecuadamente en la fase inicial de su aparición, podremos evitar complicaciones más severas.

Una vez establecida, la trataremos cuando produzca consecuencias importantes, como dolor o dificultad para llevar a cabo las actividades básicas de la vida diaria.

La valoración y el tratamiento deben ser individualizados y multidisciplinares, siendo esencial definir un objetivo de tratamiento realista y consensuado entre el equipo asistencial, el paciente y el cuidador.

Entre los tratamientos habituales encontramos:

  • Ejercicio físico y estiramientos para mantener el rango de movilidad y evitar deformidades articulares.
  • Terapia ocupacional para adaptación de ortesis y productos de apoyo adecuados a cada paciente.
  • Tratamiento farmacológico: con medicación oral o con infiltraciones de diferentes fármacos (toxina botulínica, bloqueos nerviosos, baclofeno intratecal, ...).
  • Tratamiento quirúrgico en casos más graves que no responden a los tratamientos conservadores.

Mensajes para convivir con la espasticidad:

  • No podemos evitar la aparición de la espasticidad, pero podemos disminuir sus efectos negativos.
  • En algunos casos, la espasticidad nos puede ayudar a mejorar la funcionalidad del paciente que la padece.
  • Es importante una adecuada valoración por parte de un equipo experto y multidisciplinar
  • El mejor tratamiento será aquel que sea individualizado para cada paciente, marcando objetivos consensuados y realistas.